INICIACIÓN A LA ABOGACIA

A MIS COLEGAS

I. INTRODUCCIÓN A LA VIDA JUDICIAL
Gente del Rey y de justicia
El abogado
Iniciación a la abogacía
La asistencia judicial

II. BREVE HISTORIA DE LA ORDEN DE LOS ABOGADOS
El orador judicial en la antigua Grecia
Roma
Los primeros colegios de abogados
Los orígenes de la profesión de abogado en las Gallas
La Orden de los Abogados
El Bastonero de la Cofradía de San Nicolás
La curia
El consejo de la Orden
La supresión de la Orden en 1790
El restablecimiento de la Orden
La Carta Magna del Foro

III. DISCIPLINAS
La tradición
Los «deberes de honor» del abogado
El secreto profesional
Defensa, acto de protección libre
Los honorarios
La confraternidad
Intercambio de documentos
«Y todas las razones contra la parte adversa se deben decir con cortesía»
Nuestra toga es «del mismo paño que la de los magistrados»
Sub galli cantum consultor ubi ostia pulsat
El pro y el contra
El derecho de la defensa

IV. EL ALEGATO A TRAVÉS DE LOS SIGLOS
Atenas
Roma
Las Gallas
El alegato escolástico
El renacimiento
Del final del Renacimiento al siglo XVII
El siglo XVII
El alegato clásico
El Foro bajo el reinado de Luis XIV
El siglo XVIII
El espíritu liberal del Foro bajo la Restauración
El alegato romántico
El alegato en el siglo XX

V. EL ALEGATO PREVIO A LA AUDIENCIA
El cliente y su causa
El tiempo de la meditación
El tiempo de la construcción
La palabra y la escritura

VI. EL ALEGATO
Vir bonus
Dicendi peritus
Esclarecer
Convencer
Agradar
Conmover
Est modus in rebus
Las sorpresas de la audiencia

VII. INDEPENDENCIA
Acusación y defensa
La voz de la independencia en los siglos pretéritos
La independencia del Foro, patrimonio de todos los ciudadanos

La Orden de los Abogados surgió de nuestras más antiguas tradiciones; desde los tiempos de los caballeros de nuestra epopeya nacional, jamás ha dejado de tener por regla el honor; la tradición de la Abogacía representa la aspiración continua hacia un ideal más y más elevado, de generaciones de hombres que, sometidos a los mismos deberes, vinculados a ciertos hábitos del espíritu, animados de un amor ferviente de su profesión, han querido que esté gobernada libremente por ellos según las reglas de la sabiduría; los abogados siempre han estado al servicio de una misma idea: la defensa; y de un mismo ideal: la justicia. Siempre se han consagrado a hacer de la justicia, la regla de las relaciones sociales y a proteger a los acusados contra los errores y las pasiones de que pueden ser víctimas; jamás han dejado de defender a los desdichados, de apelar a la piedad y a la misericordia que siempre pueden hacer oír su voz.


La Orden de los Abogados no representa solo un espíritu, una tradición, días de grandeza y de desgracia; es, ante todo, la con-ciencia de una responsabilidad colectiva que, en tiempos como los nuestros en que los acusados vuelven sus miradas desesperadas hacia la justicia, es mayor que nunca.


Hay en el ejercicio de nuestra profesión una belleza que pervive y que garantiza su perennidad; queda todo lo que nuestra palabra contiene de verdad; tiene el raro mérito de poner de manifiesto la superioridad de la inteligencia sobre la fuerza, del espíritu sobre la materia; los Antiguos reconocían en el orador algo divino, aliquid divinum, pues estando al servicio de una causa humana y pasajera, defiende principios eternos y divinos.


Jean Moliérac