LEYRET, HENRY
Prólogo
PARTE PRIMERA
EL DERECHO A LA VIDA
I. Robo de efectos: absolución
II. Rotura voluntaria de un objeto público: absolución
III. Robo de un pan: absolución
IV. Estafa de alimentos (reincidencia): quince días de prisión
V. Mendicidad: absolución
VI. Mendicidad y vagancia: absolución
VII. Mendicidad y quebrantamiento de una sentencia de expulsión: trece meses de prisión
VIII. Primera petición a la cámara de diputados
IX. Segunda petición a la cámara de diputados
PARTE SEGUNDA
EL DERECHO DE LAS MUJERES
I. Violencias ejercidas por una joven madre contra su seductor: condenación al mínimum con suspensión de la pena
II. Incumplimiento de una promesa de matrimonio: condena del seductor a los daños y perjucios
III. Condena por falso testimonio dado contra la honra de una mujer
IV. Un marido no puede disfrutar los productos de la sociedad conyugal si no soporta las cargas de la misma
V. Divorcio por culpa de ambos cónyuges
PARTE TERCERA
EL DERECHO DE LOS NIÑOS
I. Hurto cometido por un niño: absolución y envío a una casa de asistencia; condena de su cómplice mayor de edad
II. Violencias ejercidas sobre un niño: condena de los padres
III. Un niño incendiario: absolución y envío a una casa de beneficencia
PARTE CUARTA
EL DERECHO DE LOS TRABAJADORES
I. Despedida brusca de un periodista: condena de los propietarios del diario
II. Obrero víctima de un accidente de trabajo: condena de los patronos a los daños y perjuicios provisionales
III. Un obrero víctima de su trabajo: condena severa del patrón
IV. Obrero despedido por hechos de huelga: condena del patron en daños y perjuicios
PARTE QUINTA
EL DERECHO DEL PÚBLICO CONTRA LAS GRANDES COMPAÑÍAS
I. Mercancías averiadas en el curso del transporte: condena de la Compañía del Este
II. Pérdida de mercancías: condena de la Compañía del Este
III. Accidente ferroviario: falta de la Compañía del Este
IV. Proceso contra un viajero por infraccion de disposiciones reglamentarias: absolucion del viajero, y condena de la compañía en las costas
PARTE SEXTA
EL DERECHO DE LA SOCIEDAD CONTRA LA IGLESIA
I. Insultos de un cura a la república: condena a quince días de arresto
II. Derechos de transmisión de bienes: condena de una comunidad religiosa
III. Tentativa de soborno de un funcuionario por un presbítero: quince días de prisión
IV. Actos de inmoralidad cometidos en un círculo católico
V. Violencias ejercidas sobre los niños por los hermanos ignorantes: condena a prisión
VI. Un pueblo revolucionado por un cura
PARTE SÉPTIMA
EL DERECHO DE LOS CIUDADANOS
I. Amenazas de un personaje político contra un funcionario: condena a prisión
II. Abuso de poder de un alcalde
III. Dualidad de la jurisdicción ordinaria y de la jurisdicción administrativa
IV. Contra los abogados difamadores
V. Calumnia contra una mujer casada: condena del difamador
VI. Delito de injuria caracterizada: absolución
PARTE OCTAVA
EL DERECHO DE LOS PESCADORES Y CAZADORES
I. Demanda de admisión a juramento formulada por un guarda particular: no ha lugar
II. Demanda de admisión a juramento: rechazada
III. Un cazador acusado por un guarda particular: absolución
IV. Vejaciones de un guarda particular contra los cazadores: condena
V. Ultrajes a un guarda particular: condena con la ley de sobreseimiento
VI. Destrucción de cuervos: absolución
VII. Delito de pesca: absolución
VIII. Delito de pesca: absolución
IX. Delito de pesca: condenación al mínimum
PARTE NOVENA
EL DERECHO DE IGUALDAD
I. La partícula «de» no constituye nobleza
II. Contra las fórmulas de política serviles u obsequiosas
APÉNDICE
I. Alocución del presidente Magnaud a los procuradores del Tribunal de Château-Thierry
II. El presidente Magnaud y la República Château-Thierry, 15 de marzo de 1898
III. El presidente Magnaud contra el diario de Méline
IV. El presidente Magnaud y el «derecho de penar»
V. El presidente Magnaud ante la Cámara de Diputados
VI. El presidente Magnaud y la Audiencia de Amiens
VII. Las ideas del presidente Magnaud, adoptadas por el ministro de Justicia
VIII. El presidente Magnaud en casa del presidente de la República
Si la ilustre personalidad del magistrado de Cháteau-Thierry no hubiera adquirido el relieve que indudablemente tiene en el mundo civilizado, por virtud de la elevación de su generoso espíritu, bastaría para su gloria, en los tiempos del egoísmo y bajeza que corremos, la acendrada vocación profesional que revela en la más insignificante de sus sentencias.
En esta época, en efecto, de enervamiento de todas las virtudes, donde la juventud que es siempre una esperanza, se educa bajo la influencia perniciosa del régimen imperante del favor y de la indisciplina desenfrenada, que todo lo subvierte con la exaltación de los peores y el aislamiento y oscuridad en que deja lo poco bueno que se ha sustraído a la corrupción social; en esta sociedad donde el mayor número no cumple con su deber, resulta, ¡desconsuelo produce pensarlo! una cosa extraordinaria que un juez administre recta y constantemente justicia; que profundice el derecho para dictar la sentencia adecuada al hecho más nimio, que se sustraiga a los halagos y presiones de los poderosos, y que dedique, en fin, todo su tiempo sin decaimiento del ánimo, a su majestuosa ocupación, labrando el bien, combatiendo bizarramente al mal, ganándose el respeto de las gentes y reconquistando a la administración de justicia el prestigio perdido, solamente con cumplir las obligaciones propias de su cargo.
No es Magnaud un juez de los muchos que van a su juzgado un par de horas diarias a lo más, solo para firmar casi inconscientemente lo que los escribanos les han preparado de antemano; no es tampoco de esos espíritus egoístas y holgazanes que rehuyen entender de todos los asuntos de que pueden desprenderse por evitarse responsabilidades y trabajo, que dejan de resolver con claridad muchos aspectos de los negocios para escudar su negligencia o ignorancia en la vaguedad más enigmática y en la autoridad que les prestan después sus congéneres y superiores; no es, en fin, el buen juez francés de los que miden la importancia de su función por el número y la cuantía de los favores que pueden cotizar en el mercado de los personajes que les pagan con otros semejantes; es, por el contrario, la negación enérgica y la protesta viva contra esa ralea de magistrados zaheridos por la literatura picaresca de todos los tiempos y países, terror de los humildes, complacientes con los poderosos, que han suscitado y suscitan de vez en cuando las iras del pueblo con fallos injustos, y que indudablemente han ahuyentado de los tribunales a los ciudadanos con quienes viven ha tiempo en inconciliable divorcio.
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