RENAN, RAUL
Índice
El calcetín
Los pies
Habla
Ya ancianos
Desde el altar
Escribe
Mece sus recuerdos
Exactamente como El pensador
Se baña
Nuestro rostro cambia
Rostro
El satisfecho
La seda
Hablan solos
La otra vida verdadera
Veo los brazos
Veo una mesa
Alguien me dijo
Los autores
Se ve el movimiento
La dama
Un golpe
Bosteza
No hay de qué hablar
Un paso tras otro
Materia y energía
Recoge las migajas
Los utensilios
Todos en algún momento
Voces de niños en el jardín
Comer voraz
Sobre el otro
En medio de los ancianos
Es bella
Con el gancho se sujeta el cabello
Arrojar insultos
La simplificación
Vamos a demostrar
Me he puesto a contar este día
La experiencia
Mierda en potencia
La zagala no está en el río
Unidas las manos
Unimos las manos
Unimos las manos
Tanta limpieza
El profesor
Nos acostamos a dormir
Fluyen las narices
La última fuerza
Recibimos las miradas
Quejumbroso, queja, quejado
Nos damos la mano
Eso de las palabras comunes
Se llora sin explicación
Cansado de sí
Si pudiera dársele vuelta al amor
El sudor
La saliva
Cuando niño
Uno a uno los cabellos
La dama
La cojera
El saco puesto
Con el cigarrillo en la mano
Las palabras
No busca nada
Solo, sentado en el arriate
Con la mantilla
Tose
Hay que borrar del cuerpo
La razón viril
El tiempo
Si en el tinte negro
Dondequiera
Golpeado
El azul
El camello
El poderoso
Extender el afecto
Un poema
El aire
Cortina
Pasa un hombre cabizbajo
En el hueco de los dientes
Debajo del zapato
El parche en el pantalón
Un hilo suelto
En una de las piedras
Llegó
La pluma del escritor
Homo
Para quienes creen
Tierra
Contemplo
Quieren los ladridos
Se oye el cuerpo
Caídas del espíritu
La suciedad
Andando
En una autopsia
Nos da horror
Sin duda
El poder
El soberano aprobó
Para dar favor
Las orejas
Se lavan los ojos
El enojo
Dentro de cada quien
Dedos
Lo varonil
Envueltas en sí mismas
Aparejados
Arrojado
La otra materia
El seno
Por la luz
Ya he dicho del bostezo
En el eje de la mollera
Decir
Para no caernos de los árboles
¿Quién dijo
Vamos a demostrar que la literatura cambia la vida: una mujer por descuido se asoma a mirar por la barandilla y se precipita al vacío. No. Una mujer va a asomarse a la barandilla, pero el rosal ha dado una flor, y la mujer se detiene, se inclina maravillada, admira la perfección de los pétalos y acerca el aroma a su olfato. La corta y regresa a su aposento con ella.
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