En estos momentos vemos cómo se produce un importante avance de la delincuencia a nivel de estructuras empresariales: delitos de lavado de activos, trata de personas con fines laborales y sexuales, evasión tributaria, lo cual trae aparejados problemas de imputación, esto es, en la determinación de quién debe responder por los delitos cometidos desde la empresa. Así como en la delincuencia común predomina la figura del autor único y los supuestos stos de ejecución entre pocos intervinientes, las actividades delictivas realizadas en el marco de una estructura empresarial son el resultado de su-mar las aportaciones de muy diversos sujetos.
La división de funciones que se verifica en una estructura empresarial hace dificil muchas veces determinar el autor de un hecho ilícito. Las teorías tradicionales elaboradas para imputar un hecho ilícito a un autor normalmente fueron pensadas para autores únicos o criminalidad más simple. Es por ello que desde hace unos años nos encontramos con situaciones de impunidad, por no encontrar respuesta cuando nos preguntamos a quién se le debe atribuir la comisión de determinado delito.
En la actualidad nos enfrentamos al desafio de reelaborar las teorías de autor y partícipe, o de formular nuevas para llegar a los verdaderos hacedores del delito. Para ello, entiendo que debe dejarse de lado el punto de partida del causalismo naturalista, y tomar como base a la teoría normativa de participación elaborada por Jakobs, con fundamento en el rol que cada uno tiene en una estructura empresarial.
