El motor esencial de la evolución del sistema de la teoría del delito a lo largo de la historia ha sido, por un lado, la propia evolución cultural de la sociedad o, en todo caso, la influencia en sus penalistas académicos de nuevos sistemas generales de pensamiento. No se ha tratado, pues -en general- de una suerte de evolución autopoiética del sistema específico del Derecho penal. Ni tampoco -en general- de la tensión dialéctica provocada por casos deficientemente resueltos. Con ello no se pretende ignorar que, por ejemplo, la constatación de problemas como los del imposible tratamiento de la culpa inconsciente o de la comisión por omisión en el marco del sistema causalista-naturalista desempeñó algún papel en su temprana superación.