La revolución tecnológica en curso supone innumerables retos para el mundo del derecho. Según una convención posible, a mi juicio cargada de razón, es muy adecuado utilizar, en esta materia, la expresión metafórica inteligencia artificial. Fórmula sintética que si bien no excluye otras, como tecnologías informáticas, emergentes, disruptivas, digitales, de la información y de la comunicación, es asimismo la más utilizada en esta tercera entrega de la obra Cibercrimen, a cuyos directores, Daniela Dupuy y, en esta ocasión, Juan Corvalán -como también a la coordinadora, Mariana Kiefer-, agradezco que me concedieran el privilegio de contar con el valioso tiempo que los lectores dedicarán a estas palabras previas a los textos que integran el volumen.
Las nuevas herramientas que la inteligencia artificial proporciona, como todos los instrumentos que cayeron, caen y caerán en poder de los seres humanos, pueden ser empleadas con buenos y malos propósitos, también en las incumbencias propias del ámbito jurídico. El título de esta obra muestra uno de los lados, el del daño indebido, hacia el cual puede inclinarse el empleo de la inteligencia artificial.
Las contribuciones reunidas en este formidable volumen, por cuya dirección y coordinación felicito a los responsables, son, precisamente, fruto de las capacidades mentales innovadoras de autoras y autores que exploran la potencialidad de los dispositivos más recientes de la inteligencia artificial, su impacto y sus peligros, para, en definitiva, mejorar las normativas jurídicas y las prácticas judiciales con el fin de tender a una convivencia social más pacífica y más próspera.