Desde hace algunos años, las empresas basan su estrategia de negocios a partir del resultado de sistemas de lA (Neflix, Spotify, Youtube, Google, Instagram, Facebook, entre otras). La idea básica es recopilar datos e información para poder predecir futuras compras, movimientos o comportamientos.
Cada vez que hace un clic e ingresa a diferentes sitios, se audita el tiempo que está ahí, cuánto tarda en cerrar la publicidad, si accede a ella, entre muchísimos otros comportamientos. Estos rastros digitales (datos) son los que van construyendo una suerte de "identidad artificial en constante transformación" El "yo digital" se va moldeando por algoritmos inteligentes que guardan y procesan constantemente dichos datos y, sobre dicha base, realizan predicciones que venden al mejor postor.
En otras palabras, las múltiples aplicaciones y páginas web, con (o sin) su consentimiento, lo escuchan, rastrean su geolocalización, auditan todos sus clics, sus "Me gusta" leen sus comentarios e interpretan sus comportamientos implícitos para construir su perfil digital en constante transformación, gracias a los sofisticados sistemas de lA basados en redes neuronales. Lo irónico es que sus datos, en forma aislada, no tienen mucho sentido. El "yo digital" más preciado es el que emerge del conjunto de los datos, para que se transformen en patrones de información que lleven a predicciones lo más acertadas y actualizables posibles. Este es el panorama al que asistimos como usuarios digitales.