Con La democracia simulativa de Ingolfur Blühdorn, Temis introduce en nuestra cultura un texto que, exponiendo el estado del arte en materia de sostenibilidad ecológica, también pone sobre la mesa el problema que subyace tras acontecimientos como la pandemia que nos asola. La edición colombiana del libro de Blühdorn, que incorpora un capítulo inexistente en la alemana, atestigua cómo los profesores germanos tras las protestas de los sesenta tomaron conciencia de que las transformaciones de la modernidad exigían un giro radical que proporcionara propuestas democráticas de otro cuño. Así, frente a quienes auguran el sucumbir de nuestra democracia a manos del "populismo", Blühdorn reafirma la necesidad de reformas que aseguren la supervivencia de la política constitucional.
Su contribución es parte de los supuestos pre-comprensivos de lo político en que arraiga el derecho constitucional. Así pues, Blühdorn coloca el dedo en la llaga en cuestiones cruciales: ¿Son las protestas contra las mega-estructuras o la extensión del plazo de las centrales nucleares una demostración de la crisis de la democracia? ¿Es "crisis" el término para conceptualizar lo que ocurre? o ¿durante muchos años el desencanto con la política y la "posdemocracia" han significado un lamento huero? Blühdorn sugiere una lectura optimista: experimentamos un cambio gradual en la política, la transición a una "democracia simulativa" en la que los valores democráticos, los procesos democráticos solo se simulan.
Para verificar su utilidad, Eloy García parte en el prefacio del concepto de simulacro de Blühdorn y redefiniéndolo, argumenta que, en este momento de estallidos financieros y pandemias globales, no puede haber Constitución sin autenticidad que destierre la tentación de adorar la mendacidad ("fake") a que nos aboca una técnica virtual que ha conseguido transmutar la ideología en fantasía dirigida a recrear simulativamente la realidad, reorientando nuestro actuar a la pasividad. Frente a las ensoñaciones de lo virtual que convierten las ficciones de que se vale la razón constitucional en luminosos simulacros de cartón-piedra que suplantan la realidad, fabricándola, se impone un obrar crítico dispuesto a exorcizar la falsedad de la política y a reemplazarla por una veracidad que dé credibilidad a la democracia. ¡Vade retro simulacro! Es el grito de nuestro tiempo.