Aunque ninguna constitución la reconoce muy explícitamente, puede afirmarse que se trata de la verdadera y profunda separación de poderes del siglo xxi: aquella entre el Estado y el mercado. Es nada menos que la estructuración más esencial e íntima de lo político-jurídico de la doble-revolución ilustrada e industrial que ha creado, en un proceso de la destrucción creativa, algo novedoso, inimaginable para la cultura anterior de los Reinos preindustriales y preilustrados del antiguo régimen. La bipolaridad elíptica niega las formas puras, tanto la del Estado puro sin mercado como la del mercado puro sin Estado, es decir, se ha creado una forma moderna de la figura neoaristotélica de la constitución mixta. La separación de poderes entre Estado y mercado pretende combinar las potencias del Estado moderno su eficiencia legislativa y administrativa, su perfil democrático y garante de derechos, su ética social y ambiental con las fuerzas de la sociedad de mercado la autonomía privada del homo económicas y el metabolismo ñexible de recursos, pero no quiere ni el Leviatán omnipotente ni el capitalismo salvaje. Varias etiquetas como la economía social de mercado, el Estado social de derecho, la economía socio-ambiental de mercado y el Estado ambiental de derecho, han intentado racionalizar esta dicotomía. Ante el ideal de realizar la mezcla óptima, tanto el estatismo puro de la llamada democracia popular comunista como el mercado-centrismo del social-darwinismo de la teorías neoliberales, parecen como radicalizaciones unilaterales, reduccionismos y fundamentalismos que rechazan el potencial completo de la modernidad (post) industrial. El arte de la separación de poderes entre Estado y mercado consiste en configurar con precisión la interacción entre los dos polos, para que sirvan óptimamente para el bien común según los valores democráticos, sociales y ambientales constitucionalizados. ¿Pero cómo hacerlo? ¿Qué significa esto precisamente en las esferas de lo social, ambiental, comercial, educativo, garantista-penal, etc.l ¿Dónde hay oportunidades y donde existen peligros?