El lenguaje es sin duda la adquisición más característica de la especie humana, y tal vez gracias a él nos hemos constituido en la especie humana; es el instrumento y el vehículo con el cual nuestra mente distingue los elementos de la realidad, se mueve en ella, la comprende y comunica.
La actividad jurídica es esencialmente conceptual, lingüística y lógica. Crea conceptos y términos destinados a comprender, fundamentar, normalizar y penalizar el orden social; con ellos forma enunciados de hecho y de Derecho. Combinar enunciados fácticos y normativos para argumentar en favor de uno u otro punto de vista legal constituye la esencia del Derecho. El jurista abogado, fiscal, juez, legislador necesita no solo aprender y manejar conceptos del Derecho sino, principalmente relacionarlos, jerarquizarlos y hacer inferencias lógicas, es decir, extraer conclusiones, o emitir sentencias a partir de hechos comprobados y normas establecidas; además, con la ayuda de la lógica, se crean leyes, se introducen jurisprudencias y se adelantan debates para establecer constitucionalidad, responsabilidad civil o culpabilidad penal. La lógica está omnipresente en la vida de todas las ramas del Derecho.
En general, cualquier documento jurídico, además de la introducción y las conclusiones, contiene argumentos que defienden una u otra posición, ya sea ante el juez, o ante cualquier instancia autorizada para tomar decisiones jurídicas. Un buen abogado, un fiscal, un legislador, no puede limitarse a enumerar situaciones, valores, normas constitucionales, precedentes jurídicos, etc., sino que debe organizarlos y presentarlos de una manera lógica y, además, persuasiva de tal forma que su tesis se infiera o se fundamente en los datos, las normas o los valores que cita en su favor, y logre la adhesión de su auditorio.