La Introducción al derecho penal arriba a su séptima edición. Mantiene su estructura general, y pretende ser más sencilla y más clara que las ediciones anteriores. Esto último es lo que siempre he anhelado, con una finalidad elemental: que quien la lea, la entienda. El derecho penal que se necesita es el que capte el interesado con una lectura, con independencia de que comparta o no las afirmaciones que se hacen. Precisamente esa es la labor: que la nitidez explicativa permita, sin mayores esfuerzos oculares y mentales, sin tantas dudas interpretativas, aceptar o refutar los planteamientos. Quiere, entonces, lanzar luz, en vez de oscurecer y enmarañar.
Como de costumbre, la Introducción aspira a acercarse a la realidad del derecho penal, especialmente a la realidad de Colombia en estos tiempos. Por ello, por ejemplo, se repite lo concerniente a las relaciones entre el derecho penal y las formas de Estado por ejemplo, el absolutismo y el autoritarismo se profundiza en el principio de laicidad y en la interpretación laica; se refuerza el tema de los derechos humanos, se hace hincapié en el principio de dignidad, concretamente en su versión colectiva que exalta la trascendencia de nuestras subculturas; en el Estado de Derecho como coexistencia infranqueable y respetuosa de tres poderes y no del poder dividido en secciones, en la fuerza, como lamentable origen del derecho penal.