Hace años, una profecía cultural anunciaba el eclipse de la galaxia de Gutemberg y el reemplazo del libro por otros medios de comunicación. Sin embargo, como objeto cultural, como instrumento de conocimiento y, sobre todo, como estímulo para la imaginación, el libro sigue gozando de una preeminencia silenciosa pero firme, que la proliferación de los multimedios no logró conmover.
Desde otro ángulo y a tenor de pulsión deseo manifestar mi gratitud a la editorial, y a su equipo, por la devoción y cuidado que pone en la confección material de mis libros, por la paciencia en la espera que al decir del señor La Rocca, ha sido una retribución a las que tuve en otras oportunidades para con ellos; de todos modos, gracias; y qué menos para mis colaboradores, que brindaron desinteresadamente lo más sublime de su saber.
Para todos incluso usted estimado lector una confesión: difícil ha sido mi convivencia (sentipienso-opus), no habiendo experimentado antes, el dolor-paralizador que produce la pérdida del ser colaborante fusionado con la fuerza del afecto.
El autor Rosario (Santa Fe), octubre de 1995