El hecho de que el presente libro aparezca reelaborado, a una distancia de casi veinte años respecto de la edición anterior, hace necesaria, si no una justificación, al menos sí una explicación. Esta se halla sobre todo en mi convicción de que el punto de partida del pensamiento individualista tradicional de la ciencia del derecho penal ya no se ajusta a los desafíos de la actualidad, en vista especialmente de las enormes amenazas para el ecosistema de la tierra. Si bien el tema del aseguramiento del futuro no está de moda actualmente, con tanta mayor urgencia volverá por sus fueros, con seguridad, en las décadas venideras. Si, frente a ello, la doctrina del Derecho Penal no quiere contentarse con comentar a la defensiva o aun con irritación la evolución del derecho, tal como ha hecho por demás, p. ej., en el caso de los delitos contra el medio ambiente, tendrá que revisar (también) el sistema tradicional de la imputación jurídico-penal en sus postulados básicos, en lugar de limitarse a añadirle otras ramificaciones. Aunque sólo en pocos lugares se lo dice de modo explícito, ello dio el verdadero estímulo a esta nueva edición por hallar al menos puntos de partida de lo que aquello pudiera significar.
Naturalmente, se hallaba ligada a la revisión de la obra la necesidad de registrar también los desarrollos que han experimentado la praxis y la doctrina desde la edición anterior. Además de ello, en algunos puntos mis propias explicaciones ya no me satisfacían y han sido escritas nuevamente. Al hacerlo, frecuentemente me he sentido movido a revisar las posiciones anteriores, sin advertirlo expresamente en cada lugar. Por eso, a aquellos que fueran tan descuidados como para citar una edición anterior del libro no puedo aborrarles el esfuerzo de controlar si aquí se sigue diciendo lo mismo. Con todo, la exposición no ha variado en nada en lo que atañe a la concepción básica.