En la actualidad, Estado y sociedad transitan de un modelo jerárquico, que se desdibuja, a otro basado en la coordinación, la integración y la descentralización; es decir, muta hacia un modelo multinivel o directamente complejo.
En otras palabras, pasamos de una sociedad configurada en torno de la metáfora de la pirámide a otra que lo hace en la red. Es un proceso abierto, donde lo viejo constituye parte de lo nuevo y lo nuevo aún no termina de nacer.
En este nuevo escenario, las ciudades no sólo ocupan un papel que antaño no tuvieron sino que sus roles son diferentes en la dimensión urbana, pues en su función han dejado de ser lugares para integrarse en la red global de flujos. De allí la transición entre la territorialización desterritorialización, en la que las ciudades son un vector. Y un actor de la sociedad global a la par que de su sociedad nacional.
Así como las ciudades mutan, también el derecho. Pasamos de un sistema jurídico cerrado a uno abierto, de uno estático a otro dinámico, de uno lineal a otro sistémico, de uno jerárquico a otro heterárquico, de uno legalista a otro principista y de uno monológico a otro dialógico.
La otra gran transformación del derecho contemporáneo está dada por el deslizamiento de sus fronteras o contornos: hacia arriba por la globalización e internacionalización y hacia abajo por la descentralización y el federalismo.