La célebre disputa entre Símaco y Ambrosio de Milán sobre la presencia del Ara de la Victoria en el Senado romano constituyó uno de los momentos más tensos y representativos de lo que se ha solido denominar el conflicto paganismo cristianismo al final de la Antigüedad'.
En el caso del Altar de la Victoria los protagonistas fueron algunas de las personalidades más brillantes e influyentes del panorama político de la época. Ambos formaban parte de la élite aristocrática de Roma por lo que, al margen de sixs diferentes opciones religiosas, entre ellos existía lo que L. Cracco Ruggini ha denominado «solidarieta di classe». Además, pertenecían a dos familias senatoriales emparentadas entre sí. Símaco, prefectus urbiáeX 383 al 385 y portavoz del Senado ante los emperadores del momento, fue descrito por el cristiano Prudencio como un orador superior incluso a Cicerón'', y se da la circunstancia de que fue miembro del concurso para la cátedra de retórica en Milán ganada por Agustín de Hipona en el mismo año -el 384- en que tuvo lugar la celebérrima disputa.
Ambrosio, de alto funcionario imperial pasó, recién bautizado, a ejercer como obispo de Milán del 374 al 397; orador no menos brillante y, a decir del propio Agustín, in optimis notum orbi terraé, durante su mandato ejerció una influencia significativa sobre los emperadores con los que se codeó defendiendo una política de intransigencia frente a paganos, arrianos yjudíos''.
Se trata de la disputa político-religiosa quizá más famosa de la Antigüedad, tanto por el tema como por la notoriedad de los contendientes y la que provocó juicios más diversos ya en su época -recuérdese el apoyo de san Agustín a la postura de Ambrosio-y los debates más encontrados desde el Renacimiento hasta nuestros días. Los hechos son bien conocidos.
En el 382 el cristiano emperador Graciano publicó una serie de decretos con los que se pretendía debilitar la influencia de los cultos paganos en Roma: se privó a los sacerdotes de las divinidades paganas de las inmunidades de que disfrutaban y fiieron confiscados los bienes raíces de los templos; se eliminaron las subvenciones y privilegios de cjue disfrutaban las Vírgenes Vestales y se decretó la remoción del Altar de la Victoria en la Ctrria romana''. Colocado por Augusto, al parecer en el 29 a. C., se convirtió en símbolo de la religión pagana y garante de la grandeza de Roma. Ante ello todos los senadores debían hacer una ofrenda antes de sus intervenciones en el Senado yjurar fidelidad a las leyes imperiales.