Esta obra es una invitación para abordar de diferente manera el aspecto emocional de la práctica judicial, para que el juzgador, a través de las herramientas del Derecho y la Psicología, pueda ser consciente de sus emociones y canalizarlas saludablemente en beneficio de su función; Es también una invitación a abrir las mentes y a desarrollar la inteligencia emocional como una herramienta de vida en general, pero particularmente como una herramienta de trabajo para el personal que realiza labores de jurisdicción. La inteligencia emocional es una habilidad cognitiva y funcional que permite comprender las emociones propias y ajenas para poder operarlas en beneficio de las personas. Es una capacidad que todos los seres humanos poseen en diferente medida y que se puede desarrollar conscientemente; consiste en darse cuenta de que las emociones no son un impulso incontrolable que se apodera de las personas, por el contrario son reacciones naturales a los pensamientos y actitudes ante la vida. Si se quiere manejar una emoción, se comienza por replantear lo que se piensa. Ser inteligente con las emociones no implica reprimirlas, negarlas o apartarlas, significa conocerlas, saber cuál es su origen y canalizarlas o expresarlas en la manera que resulte más favorable. La inteligencia emocional se integra por cinco competencias: autoconocimiento, autocontrol, automotivación, empatía y manejo de relaciones. El papel que debe jugar el juzgador requiere de autocontrol y autoconocimiento para mantener congruencia en su actuar, empatía y manejo de relaciones para identificar el momento justo en que se necesita cada uno de ellos y, finalmente, automotivación para mantener la voluntad de actuar así todos los días del año, en todos los momentos, por lo cual desarrollar su inteligencia emocional puede ser una herramienta muy importante para mejorar su práctica jurisdiccional.