Al parir a un hijo, damos la bienvenida al nuevo ser que nos llega a bendecir y también a una nueva parte de nosotras: la madre.
No se nos enseña que debemos dejar morir algo de nuestro interior, y que renaceremos junto a nuestros hijos después de esas horas de labor activa.
Dar a luz es una bendición, y es también un acto de devoción que implica observar el dolor, la nostalgia, la sombra propia para dejarla ir, sanar y reparar todo aquello que podamos para mejorar como seres humanos, mujeres, hermanas, hijas y sobre todo madres.
Ésta es una crónica poética de cómo la autora vivió sus partos, la lactancia y, sobre todo, cómo hizo frente a las heridas y duelos irresueltos que tuvo que afrontar de manera tan cruda en su maternidad.
Estamos criando a la revolución desde el primer pálpito que viene del vientre.